Personajes Alfonso Diez |
¿Fue Anastasia Romanov asesinada junto a sus padres y
hermanos en Ekaterimburgo, o se salvó de la masacre? El investigador Peter
Kurth acaba de dar a conocer los resultados de su último análisis y afirma que
la mujer que él conoció como Anna Anderson era en verdad Anastasia, lo que
significaría que se salvó del asesinato y lo que proclamaba era verdad: sus
padres eran los últimos zares de Rusia, Nicolás y Alejandra y ella era la
heredera de una inmensa fortuna.
Pero por otra parte, investigadores del gobierno ruso
localizaron cerca del lugar de las ejecuciones cadáveres calcinados que dicen
son de los Romanov, incluido, entre ellos, el de Anastasia.
¿Quien tiene la razón?
Veamos, antes que nada, los hechos.
Entre la media noche del 16 y el amanecer del 17 de
julio de 1918 , un grupo de hombres armados disparó contra el zar Nicolás II,
su esposa, Alejandra, su hijo, el zarevich Alexis y sus cuatro hijas, las
llamadas grandes duquesas, Olga, Tatiana, María y Anastasia. Alexis tenía
entonces 14 años de edad, Anastasia, la más pequeña de las hermanas, iba a
cumplir al siguiente día del asesinato masivo 17 y la mayor, Olga, tenía 22.
Junto a ellos, también fueron masacrados cuatro de sus
servidores: el médico, la doncella, el cocinero y el camarero.
Los asesinos eran los bolcheviques a cargo de la familia
real en ese lugar de Siberia, en los confines de Rusia y formaban parte de
la Checa, la policía política soviética.
Un año y cuatro meses antes, el 16 de marzo de 1917, el
zar y su familia fueron recluidos en el palacio Tsarkoye Selo, en las afueras
de Petrogrado, tras la renuncia al trono del monarca, con la intención de
salvar la corona. Para el efecto, abdicó a favor de su hermano, el gran duque
Miguel, quien ocupó el cargo solamente 24 horas para ceder finalmente el poder
al Gobierno Provisional recién formado bajo la presidencia de Kerensky. Éste
también cayó y unos meses después triunfó la revolución socialista de octubre
de 1917, con Lenin al frente del gobierno de la nueva Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas.
Nicolás era primo hermano del rey Jorge V, de Inglaterra
y la zarina era nieta de la reina Victoria, pero ni eso fue suficiente para que
el monarca inglés aceptara recibirlos como exiliados, como proponía Kerensky,
por lo que fueron enviados a Siberia en calidad de desterrados, primero a
Tobolsk y después a Ekaterimburgo (también conocido como Yekaterimburgo), donde
los recluyeron en un lugar llamado Casa Ipatiev, al que le cubrieron las
ventanas de pintura para que los reclusos no pudieran ser vistos desde el
exterior y donde finalmente los asesinaron.
La versión oficial era que el Soviet de los Urales había
ordenado los asesinatos ante la cercanía de las tropas afines al zar, pero
Trotsky, en sus memorias, afirma que Filip Goloshchekin, comisario militar de
tal Soviet, viajó a Moscú en julio de 1918 para entrevistarse con Lenin y con
Sverdlov, ministro del Interior y que en esa reunión se decidió la ejecución
del zar y su familia “para no dejar una bandera viva que pudiera ser utilizada
por el Ejército Blanco (del zar)”.
Las hijas del zar no murieron de inmediato, a pesar de
haber sido acribilladas en el sótano de la Casa Ipatiev junto a sus padres, y
fueron rematadas a hachazos; entonces quedó al descubierto que llevaban los
corsés repletos de joyas y éstas habían servido de chalecos antibalas. Tras los
asesinatos, los cuerpos fueron incinerados y después rociados con ácido
sulfúrico, con la intención de evitar que fueran reconocidos posteriormente.
El ejército del zar llegó una semana tarde, tomó
Ekaterimburgo y lo retuvo durante dos años; realizó investigaciones para
localizar los cuerpos de la familia real, pero no lo logró, a pesar de que el
juez que investigó los hechos, Sokolov, estableció lo que había sucedido con
bastante precisión.
Un año y siete meses después de la masacre de
Ekaterimburgo, el 17 de febrero de 1920, la policía de Berlín rescató a una
mujer de las aguas del Canal de Landwehr, a las que aparentemente había saltado
desde el Puente Blender. Le preguntaron si había intentado suicidarse, si la
habían empujado o si se había caído y finalmente ¿Quién era ella? ¿Cuál era su
nombre?
Sólo ante la insistencia de la policía y con la amenaza
de que si no respondía “podrían acusarla de obstruir la acción de la justicia”
fue que la desconocida pronunció unas palabras “en alemán, pero con evidente
acento extranjero”, dijo: “he preguntado para nada”, que para los que la
interrogaban no significaba nada.
Esa misma noche la llevaron al Hospital Elizabeth, en la
calle Lützow y al siguiente mes fue trasladada al asilo de Dalldorf. Durante
mucho tiempo, la desconocida decía no recordar su identidad, pero cuando una de
las internas le dijo que se parecía mucho a la duquesa Tatiana, una de las
hijas del zar de Rusia, ella comenzó a recordar que Tatiana era su hermana y
que ella era en realidad Anastasia.
La noticia se difundió a través de la prensa por todo el
mundo. Al hospital llegaron algunos familiares cercanos de los zares para ver
si en realidad se trataba de la duquesa supuestamente asesinada, pero no la
identificaron.
Otros miembros de la familia Romanov sí creyeron su
historia. La sacaron del asilo y la ayudaron a buscar ser reconocida legalmente
en diversos juicios que culminaron otro 17 de febrero, curiosamente, pero de
1970 (50 años después de ser rescatada del Canal de Landwehr); entonces, la
Suprema Corte de Alemania Occidental emitió una sentencia final que de alguna
manera confirmaba el veredicto de que ella era un fraude.
A la par de las diversas apelaciones que culminaron en
1970, un investigador de la familia Romanov afirmó haber descubierto que la
desconocida no era Anastasia, sino una obrera polaca llamada Franziska
Schanzkowzka, que había estado casada con uno de los soldados que participaron
en la masacre de Ekaterimburgo, de apellido Tschaikovsky, y que éste le contó
todo lo que ella había dicho para hacerse pasar por Anastasia.
Tras una primer unión que le permitió adoptar el
apellido Anderson y el nombre de Anna, terminó casándose en Charlottsville,
Virginia, el 23 de diciembre de 1968, con un americano llamado John E. Manahan.
Anna Anderson murió en esa misma ciudad el 12 de febrero
de 1984 y hasta el final afirmó que ella era en realidad Anastasia. Fue
enterrada el 18 de junio de ese mismo año en el patio de la iglesia de Castle
Seeon, en Alemania, como ella lo había pedido, con el permiso del dueño, el
duque de Leuchtenberg, familiar de los Romanov.
Poco más de diez años después, el 6 de octubre de 1994,
se anunció en una conferencia de prensa en Londres que tras comparar el ADN de
Anastasia con el de Anna Anderson, dos grupos de investigadores, uno alemán y
otro inglés, habían llegado a la misma conclusión, que Anna Anderson no era la
hija del zar.
Otro análisis de ADN determinó que Anna Anderson era
Franziska Schanzkowzka, tal como había afirmado en su momento el investigador
de los Romanov. Para lograrlo, los investigadores compararon restos del cabello
de Anna con la sangre de Karl Maucher, sobrino nieto de Franziska.
Investigadores rusos, por su parte, localizaron los
documentos en los que los bolcheviques habían descrito dónde enterraron los
restos de la familia real y siguiendo tal descripción hicieron excavaciones en
Ekaterimburgo y desenterraron los esqueletos calcinados que fueron trasladados
a San Petesburgo donde se les ofició una misa y se les sepultó. El ADN de tales
restos confirmó que se trataba de Nicolás, Alejandra y tres de las hijas.
Faltaban los de Alexis y una de las hermanas, pero recién se descubrió otra
sepultura en la que se localizaron los huesos faltantes. Los exámenes de ADN
también confirmaron la identidad: eran Alexis y Tatiana.
Ante esto, parecería que la historia de Anna Anderson
como Anastasia terminó, pero el escritor norteamericano Peter Kurth, quien ha
publicado diversas investigaciones sobre los Romanov y concretamente sobre
Anastasia el libro titulado “The Riddle of Anna Anderson” (La Incógnita de Anna
Anderson), acaba de emitir una extensa declaración en la que refuta todos los
análisis de ADN y afirma que los cadáveres pudieron haber sido manipulados por
el gobierno ruso, lo mismo que la sangre del sobrino nieto de Franziska
Schanzkowzka y que no reconocía la validez de tales investigaciones.
En resumen, Kurth afirma que:
*
Los restos que dicen los investigadores
que tomaron de Anna Anderson para hacer los exámenes de ADN no se ha demostrado
que sean auténticos.
*
Él conoció y trató durante más de
diez años a Anna Anderson y en consecuencia puede afirmar que “si ella era una
obrera polaca, yo soy el Papa”.
*
El esqueleto de la que dicen los
investigadores que es Anastasia mide 5 pies 7 pulgadas y los esqueletos de
otras dos supuestas hermanas midieron 5 pies 5 y media pulgadas y 5 pies 5
pulgadas, respectivamente, pero resulta que Anastasia medía en realidad menos
de 5 pies 3 pulgadas, era la más bajita de las cuatro y ahora los
investigadores dicen que es la más alta (El esqueleto de Tatiana estaba muy
deteriorado para poder determinar su estatura, sin embargo, era también más
alta que Anastasia).
*
Anna Anderson medía 5 pies 2
pulgadas, igual que Anastasia; Franziska, de acuerdo con testimonios de sus
familiares, era más alta. Franziska usaba zapatos medida 39, Anna los usaba del
36; el cabello de Franziska era oscuro, casi negro y el de Anna era rojizo. Los
dientes también eran diferentes entre las dos mujeres.
*
Anna tenía una malformación en los
pies conocida como “hallux valgus”, idéntica a la de Anastasia. Franziska no la
tenía.
*
Anna y Anastasia tenían las misma
marcas producidas por las balas en Ekaterimburgo, la misma estatura, el mismo
color de pelo, de ojos y una cicatriz en la frente exactamente igual.
*
Las orejas, según se aprecia en el
estudio comparativo de las fotografías de ambas, eran idénticas.
Peter Kurth termina su alegato con estas palabras, que
dice fueron pronunciadas por Faith Lavington, que vivió con Anna Anderson en el
Castillo de Seeon, en Alemania, en 1927 y le tocó vivir también los
acontecimientos posteriores a la muerte de Anna: “Qué grande es la intriga que
todavía existe contra esta dama”.
Unos investigadores japoneses, por cierto, afirman
también que los huesos hallados no son de los Romanov.
Sobre el caso de Anastasia se han hecho varias
películas; la primera, muda, en 1928, se llamó “La ropa hace a la mujer”. La
segunda, de 1956, fue protagonizada por Ingrid Bergman en el papel de Anastasia
y por Yul Brynner. En 1986 se filmó una película basada en el libro de Peter
Kurth que se llama “Anastasia, el misterio de Anna”, con Amy Irving y Omar
Sharif. La película animada que apareció en 1997 con el título de “Anastasia”
se basó en la de 1956.
En el Museo Nacional de Antropología, de la Ciudad de
México, hay ahora una exposición con el nombre de “Zares, Arte y Cultura del
Imperio Ruso. Colecciones del Ermitage”, en la que tiene un papel preponderante
la familia Romanov y al final se pueden ver dos documentales en los que se
muestran segmentos de algunas películas sobre el tema.
Pat Boone grabó un disco que contiene una canción con la
música de la película de Ingrid Bergman, llamada también Anastasia, cuya letra
dice así:
Anastasia, tell me who you are?
Are you someone from another star?
Anastasia, are you what you seem?
Do your sad eyes remember a dream?
Why do you tremble
and why do you sigh?
Could you be lonely
as lonely as I?
Will you remember
when summer has flown
another world,
a world that is yours alone?
Anastasia, smile away the past
Anastasia, spring is here at last
Beautiful stranger, step down from your star
I only know I love you so, whoever you are
Anastasia... Anastasia...
Beautiful stranger, step down from your star
I only know I love you so, whoever you are.
¿Anna Anderson, era Anastasia? Tal vez la realidad no lo determinó así, pero la fantasía sí lo hizo.
|